viernes, 8 de mayo de 2009

INFIERNO EN LA TORRE


Durante la década del setenta el llamado “Cine Catástrofe” vivió su momento de apogeo. El género ya existía de alguna manera, casi desde siempre, pero tal vez no había tomado conciencia de sí mismo hasta esta época en la que una sucesión de éxitos fabulosos en la taquilla hizo que se delinearan sus rasgos distintivos. La saga de las películas de Aeropuerto iniciada en 1970 fue el disparador casi involuntario de esta oleada, pero más se debe a la iniciativa del productor Irwin Allen (1916-1991) la instalación definitiva del cine catástrofe como entidad propia y separada. Allen ya había ganado un Oscar en 1952 por el documental The Sea Around Us y había intentado superproducciones como La Historia de la Humanidad (57), El Mundo Perdido (60) o Cinco Semanas en Globo (62). Su película fantástica Viaje al Fondo del Mar (61), abrió una nueva veta para la actividad de Allen, que ingresó al mundo televisivo en 1964 con una serie homónima extendida por cuatro temporadas y seguiría en esa línea con clásicos tan celebrados como discutidos: Perdidos en el Espacio (65-68), El Túnel del Tiempo (66-67) y Tierra de Gigantes (68-70). Allen hizo del oportunismo y la economía de recursos una manera de sentir la industria del entretenimiento con excelentes resultados, y cuando vió por dónde iba la cuestión en aquellos años setenta, se convirtió en abanderado del cine catastrófico. Su primer aporte fue La Aventura del Poseidón (72), dirigida por Ronald Neame, con Gene Hackman, Ernest Borgnine, Red Buttons, Carol Lynley, Roddy McDowall, Stella Stevens, Shelley Winters, Pamela Sue Martin, Leslie Nielsen, etc, etc. Y aquí estuvo una de las primeras claves del género: repartos multitudinarios y estelares, capaces de atraer a diferentes sectores del público, en los que no faltaban alguna primera figura, estrellitas en ascenso, actores de carácter y viejas glorias de la TV. Estos astros iban ingresando paulatinamente a la trama del film, presentando (cada uno de ellos, individualmente o en pareja, o por falta de ella, o por otro tipo de circunstancias) una problemática adicional que usualmente estaba dirigida a captar el favor o el desprecio del espectador, que mientras asistía a la proyección iba confeccionando en su mente la posible lista de víctimas de la hecatombe que se avecinaba. Esta es otra de las carácteristicas escenciales, sumada a la catástrofe en sí. Ésta podía ser natural (Terremoto, 74), a causa de fallas técnicas (Aeropuerto, 70) o por actos terroristas (Juggernaut, 74), pero siempre con un alto dramatismo, con facciones en pugna a la hora de prevenir el desastre y al momento de salvar a los sobrevivientes, y con un héroe que se erigirá en el responsable del salvataje (esto lo hizo Charlton Heston en varios films). Una de las obras fundamentales del cine catástrofe es, sin lugar a dudas, Infierno en la Torre (The Towering Inferno), estrenada en Estados Unidos el 14 de diciembre de 1974, con una duración de 165 minutos y también producida por Irwin Allen. El éxito de La Aventura del Poseidón (recaudó entonces 42 millones de dólares) hizo que la Warner Brothers adquiriera los derechos de la novela “The Tower”, de Richard Martin Stern, pero ocho semanas más tarde Allen compró para la 20th Century Fox los derechos de “The Glass Inferno”, de Thomas N. Scortia y Frank Robinson: para evitar la competencia de dos films similares, ambos estudios se aunaron para producir The Towering Inferno, en un hecho bastante inusual. Los costos de producción (14 millones) se solventaron en partes iguales, quedando la explotación en Norteamérica para Fox y en el resto del mundo para Warner. La tarea de combinar los dos libros en un solo guión cinematográfico le cupo a Stirling Siliphant, que ya había trabajado largamente con Allen en sus series de TV y venía de escribir La Aventura del Poseidón. La responsabilidad de la dirección le fue asignada a John Guillermin, pero en los créditos figura Irwin Allen como director de las secuencias de acción, y todo el film muestra claramente su sello propio. La historia gira en torno a la inauguración de un colosal rascacielos de 135 pisos en San Francisco: el más alto del mundo. El edificio fue diseñado por el arquitecto Doug Roberts (Paul Newman) para la empresa constructora de James Duncan (William Holden). Éste había dejado en manos de su yerno Roger Simmons (Richard Chamberlain) la contratación del sistema eléctrico de seguridad según las especificaciones de Roberts, pero Simmons había “achicado costos” para quedarse con la diferencia. Es así que una sucesión de hechos desafortunados, una chispa aquí, un extintor defectuoso allá, un generador recalentado más allá y el sistema anti-incendios que no funciona, van sentando las bases del infierno que se nos promete desde el título. Ante las primeras señales de desperfectos, Roberts recomienda la suspensión de la fiesta en el restaurante del piso más alto, pero para Duncan eso es imposible: están las cámaras de televisión, viene el Senador Gary Parker (Robert Vaughn) para cortar la cinta: los festejos no se pueden parar, no va a pasar nada. Pero pasa: en poco tiempo la torre se transforma en una trampa mortal y llegan los bomberos para combatirla, con su jefe Michael O’Halloran (Steve McQueen) a la cabeza. Filmada en Panavisión, con estupendos efectos especiales y de maquetería, las escenas del siniestro son altamente convincentes: los dobles de riesgo usaban trajes de amianto debajo de sus ropas y así se pudo asistir a memorables secuencias de gente cayendo por las ventanas envuelta en llamas. Por otra parte, la acción y el dramatismo del incendio y su combate no opacó al resto de las historias más pequeñas dentro del tejido central, que tuvieron un adecuado desarrollo de sus personajes. Newman y McQueen compartieron, cada uno por su lado y luego en conjunción, el peso de ser los héroes del film y de llevar las cosas a un, digamos, buen término, habida cuenta del relativamente pequeño conteo de víctimas que acarreó el fuego desatado. Siliphant incorporó al guión el elemento conclusivo que venía en cada uno de los libros en que se basó el film, combinando la evacuación mediante un cable a una terraza de un edificio contiguo (proveniente de “The Tower”) con la explosión de los tanques de agua (extraída de “The Glass Inferno”). Lo invertido en la producción se tradujo en una monumental recaudación de taquilla para esa época: más de 50 millones de dólares, constituyendo un éxito fantástico. La película fue promovida con frases como “Una pequeña chispa se transforma en una noche de ardiente suspenso” o “La torre más alta del mundo está en llamas. Usted está en el piso 135°... no se puede subir... ni bajar”. En lo que hace al elenco, dos actores de la magnitud de Steve McQueen y Paul Newman crearon ciertos problemas de cartel: en los créditos y en los afiches el nombre de McQueen figuró a la izquierda pero un poco más abajo que el de Newman, que estaba a la derecha, dependiendo del punto de vista del lector determinar quien está antes o después. Esta complicada maniobra para satisfacer sus egos se llama “crédito diagonal”. Además, ambos exigieron tener la misma cantidad exacta de líneas de diálogo y cobraron la misma suma: un millón de dólares cada uno y 7.5 % de la recaudación de boleterías. Allen los había pensado intercambiados en sus roles, pero McQueen insistió para quedarse con el papel del jefe de bomberos, quedando la parte del arquitecto para Newman. Después estaba William Holden y a continuación Faye Dunaway, que compuso a Susan Franklin, la novia de Doug Roberts. Completaron el elenco el gran Fred Astaire como Harlee Claiborne y Jennifer Jones como Lisolette Mueller, protagonizando una historia de amor otoñal; Susan Blakely como Patty Simmons, hija del constructor Duncan y esposa del corrupto Roger, a la sazón villano del film; el tristemente célebre O. J. Simpson como el jefe de seguridad del edificio; y para cumplir con la regla no escrita de incluir antiguos principales de series televisivas estuvieron Robert Wagner (Ladrón Sin Destino), Richard Chamberlain (Dr. Kildare) y Robert Vaughn (El Agente de CIPOL). A esto podemos sumar a Steve McQueen como ex-protagonista de Randall el Justiciero. En papeles menores desfilaron otras caras reconocibles para el espectador habitual de series de TV: por ejemplo la primera víctima del siniestro fue Normann Burton, quien más tarde tendría el papel de Joe Atkinson en la segunda temporada de Mujer Maravilla. También participaron Gregory Sierra, Don Gordon, Dabney Coleman, Olan Soulé y Paul Comi. Infierno en la Torre ha quedado como el pico más alto (el término vale como nunca) del cine catástrofe.

ARTÍCULO COMPLETO EN EL # 13 DE LA REVISTA "UNDER COVER" - AGOSTO 2000

1 comentario:

  1. Luego de muchísimos años, vi nuevamente, "infierno...", me resultó tan impactante como la 1ª vez, además de los efectos técnicos, sobresaliente por cierto, me resultó muy grato la presencia de figura legendarias del cine, esta estrategia debería implementarse en la actualidad en nuestro cine argentino y sería una excelente oportunidad de dar trabajo "viejos" y queridos actores que marcaron época ya sea en cine , en teatro o en t.v. y por supuesto un placer para los espectadores de determinada franja etárea.

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