jueves, 7 de mayo de 2009

EL PRISIONERO


Patrick McGoohan se cansó de Danger Man pero no de la TV: quería hacer su propio proyecto. A cambio de dejar la serie, le ofreció a Lew Grade una nueva historia. Logró vender su idea cuando Grade vió las fotos de “La Villa”, el lugar donde se desarrollaría la trama y que tendría un protagonismo vital. La idea original de McGoohan era una miniserie de sólo siete episodios pero el empresario, pensando en su venta a Estados Unidos, consideró exiguo este número y encargó dos temporadas de 13 capítulos, proponiendo el abultado presupuesto de 75.000 libras, algo así como 187.500 dólares, para cada uno de ellos. No muy convencido, McGoohan aceptó, reteniendo para sí un absoluto control creativo sobre el producto, un hecho que no reconocía precedentes. Así, constituyó la empresa “Everyman Films”, en la que reunió grandes talentos, como el productor David Tomblin y el editor de guiones George Markstein. Sin embargo, Markstein estaba un poco confundido acerca de la naturaleza del programa: creyó que se trataba sólo de una serie de espionaje más y no estuvo a tono con el planteo filosófico, alegórico y existencialista que proponía McGoohan. De hecho, gran parte del público también creyó en su momento que se encontraba ante una secuela de Danger Man, siendo que en el primer episodio, “Arrival”, (emitido por primera vez en Inglaterra el 1/10/67 por la ATV y en Estados Unidos el 1/6/68 por la CBS) se ve a un agente del gobierno británico presentando enérgicamente su renuncia ante su superior. Un archivador mecánico deposita su expediente en el cajón de “renuncias”, en una escena que no desentonaría en la película Brazil (85) de Terry Gilliam. Visiblemente satisfecho, el ahora ex-agente se retira raudamente en su automóvil (un Lotus Seven Series II, patente KAR 120C), acompañado por la potente música de Ron Grainer, y una vez en su hogar se dispone a empacar. Mientras tanto, una siniestra figura, con aspecto de empleado de pompas fúnebres, introduce un gas a través del ojo de la cerradura y el renunciante cae narcotizado. Cuando despierta, se encuentra ya en “La Villa” : esta sería la secuencia que abriría cada uno de los capítulos. Desde el comienzo, la identidad de este agente provocó controversias: como ya se dijo, el público asumió que se trataba del propio John Drake: hay quien afirma que era realmente así pero que este nombre no pudo usarse porque sus derechos de utilización pertenecían a Ralph Smart, creador de Danger Man y su adquisición habría encarecido considerablemente el costo de The Prisoner. McGoohan jugó con la idea: para uno de los episodios contrató a un actor llamado efectivamente John Drake y posteriores estudios sostienen que en un capítulo se escucha el nombre “Drake” al final de una frase, cuando en realidad la línea en cuestión sería “break” (en inglés ambas palabras tienen sonidos similares). Con los años, McGoohan se encargaría de precisar que The Prisoner no fue en ningún modo continuación de su anterior serie, aunque a pesar de eso varios textos, sobre todo estadounidenses, aún sostienen lo contrario. La vida que se lleva en la “La Villa” tiene un cierto parecido con el mundo descripto por el novelista George Orwell en “1984”: existe una constante vigilancia sobre cada movimiento y nada escapa al control superior: la estatuas en los parques tienen ojos electrónicos y cada vivienda es monitoreada en imagen y sonido. Allí nadie tiene un nombre: todos son identificados con números y al personaje de McGoohan se le asigna el Número 6.

ARTÍCULO COMPLETO EN EL # 3 DE LA REVISTA "UNDER COVER" - OCTUBRE 1999

1 comentario:

  1. Buenisimoo mi serie de culto.Ademas tenia capitulos donde se le hacia guiños a otras series.Por ejemplo en el capitulo "The girl who was never dead" se le hace un homenaje a Get Smart ;pues el lutrabotas se comunica a traves de la crema de zapatos.O en Living in Harmony asistimos al primer western filmado en Inglaterra

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